jueves, 19 de marzo de 2015


Isidro Ortiz, se va a disfrutar de su pensión y de sus hijos

“Me llevó todo lo que tengo, 

porque el SENA me ha dado todo lo que yo tengo...”


“Le entregué toda mi vida al SENA, ahora mi único proyecto son mis hijos… en la casa tengo mucho que hacer, pero lo único que me da alegría es salir y salir con salud para disfrutar mi pensión y disfrutar con mis hijos…” Con esa expresión Isidro Ortiz cierra y abre dos capítulos de su vida; el primero de ellos lo inició el 18 de febrero de 1980, jueves a las 2:00 de la tarde, para más señas, y ahora, después de 35 años, un mes y 13 días, espera pasar la hoja y dedicarse a  Diana y Sebastián, sus hijos.

Con la puntualidad y el aprecio por el trabajo, recto como todos los hombres del campo, Isidro se acostumbró a llegar al Centro Industrial de Mantenimiento Integral a las 5:30 de la mañana, el lugar donde vivió sus mejores días, conoció a los mejores amigos, dejo sus mejores enseñanzas y ahora, como él dice, “me llevó todo lo que tengo, porque el SENA me ha dado todo lo que yo tengo...”

Muchas personas tuvieron que ver con este sencillo personaje de caminar pausado y aspecto reflexivo, que lleva a flor de labios el nombre de dos personas que le marcaron su existencia. “Dicen que no hay novia fea ni muerto malo, pero recuerdo mucho a Luis Alonso Pico Araque, director regional, quien hace 15 días murió; él ayudaba a la gente sin mirar a quien, no importaba que fuera de arriba o de abajo,  lo importante era ayudar.  La otra persona es  la ingeniera Claudia Celina Marín Ariza, ella para mí es como si hubiera sido mi mamá porque me colaboró mucho y medaba consejos, con los hijos - porque tengo dos hijos, Diana y Sebastián, yo los tengo a cargo- y ella estaba pendiente me preguntaba por mis hijos, ¿Cómo están?¿Dónde están? ¿Qué están haciendo?... ella ha sido una bella persona…”

Isidro Ortiz nació  en El Centenario,  una vereda en el municipio de Lebrija, entre EL Conchal y Uribe Uribe, salió de allí desde los 12 años junto con su padre Wenceslao,  su madre Agripina (ambos fallecidos) y sus hermanos Belarmina, Isabel, Horacio (fallecido) y Florencio, para abrirse paso en la ciudad.

Antes de llegar al SENA, donde fue jardinero, representante del Copasso regional y nacional,  conductor, operario de almacén y finalmente operario de mantenimiento general, Isidro trabajó fabricando hornos para secar tabaco, fue empleado de  Nepomuceno Cartagena, quien lo ayudó para que estudiara, primero en la Escuela Piloto y luego en el Colegio San Pedro de donde egreso bachiller en 1982 y operario de planchado en la desaparecida fábrica de ropa El Roble.

Durante tantos años como trabajador del SENA  hubo momentos de alegría y otros de tristeza, de los cuales comenta: “El momento más feliz fue el día que Diana nació, era mi hija, era mi felicidad; estaba como director de centro el ingeniero César Rojas, él me dijo vaya, no hay problema… Pero igual mente hay algunos menos dulces: “un momento difícil,  triste,  fue cuando hubo la separación de mi hogar, porque nadie me apoyó… solo intervino la ingeniera Claudia y me ayudó…”

Durante la conversación a Isidro lo ataca la melancolía, la voz se le quebranta, disimula tosiendo un poco, se quita su gorra, se rasca  la cabeza, mira hacia el infinito y dice entre orgullo y vanidad  “Me llevo la satisfacción de haberle  ayudado a la gente; fui muy solidario, le ayudé a todo el personal, sea de afuera o de adentro, directivos y compañeros de trabajo. Tuve mucha confianza, aplausos y reconocimientos  y además dejo muchas enseñanzas porque a mucha gente la orienté y le di muchos consejos… Nostalgia si le da uno un poco. Uno ya está acostumbrado al personal, al trato a la chanza…”

Mirando hacia atrás, desandando  a través de los pensamientos  sobre sus propias huellas,  desnudando recuerdos que no cabrían para contar en esta página, Isidro Ortiz, sencillamente reconoce que su paso por el Servicio Nacional de Aprendizaje fue mucho más que el paso por un puesto de trabajo. 

“Para mí el SENA es mi segundo hogar al que llegaba a las 5:30 de la mañana; yo para mí no tenía horario, desde que pudiera colaborar con mucho gusto lo hacía. Yo se lo digo a la gente que le colabore al SENA,  porque el SENA es el que le da a uno el pan de cada día, el SENA es de todos. Aquí no me queda pendiente nada... Yo en el SENA pude estudiar soldadura, electricidad, mantenimiento de edificaciones, acabados, torno fresa,  conducción, trabajo en alturas, brigadista y diplomado en seguridad industrial, salud ocupacional y rescate…”


Y antes de finalizar, no por los años, sino por la experiencia deja un consejo: “Hay que tener sentido de pertenencia y la confianza que a uno le dan hay que conservarla, no embarrarla porque hasta ahí uno llega…Yo entré por la puerta de abajo y si Dios quiere salgo por la puerta de arriba, porque no tengo una queja ni un llamado de atención en mi hoja de vida…”

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